viernes, 9 de diciembre de 2016

Víctimas del acoso escolar en Galicia :“me tiraron piedras de camino al colegio”

«En mi clase éramos dos. Yo era uno de ellos y la verdad es que tenía todas las papeletas: era bajito, estaba gordito, tenía las gafas con los cristales más gordos que podía haber y no tenía ni mucho menos fuerza para poder defenderme». Así empiezan muchas historias de acoso escolar. Así empieza también la de Pablo, que de los 12 a los 16 años soportó humillaciones en clase, en su barrio e incluso en su equipo de fútbol. Por miedo, nunca se lo contó a nadie, «incluso fui capaz de engañar al psicólogo del colegio». Por eso, la primera vez que se puso frente a un grupo de adolescentes y empezó a relatar por lo que había pasado, rompió a llorar. Rompieron a llorar también su madre y su hermana. Y lloraron también los chavales que estaban allí escuchando su historia.

Esa catarsis colectiva, ese relato terapéutico que le ayuda a este joven a dejar atrás una etapa de su vida en la que «vi en el suicidio la única salida a mi dolor», es quizá la parte más importante de Caso Acoso, una iniciativa que acaba de poner en marcha un grupo de alumnos de Derecho de Ourense escandalizados ante los relatos de suicidio derivado de bullying que proliferaban en los informativos. Lo hablaron durante el verano y con el inicio del curso lo pusieron en marcha. Ahora, ya están en contacto con otras delegaciones de alumnos de Galicia para que expandan la campaña y tienen presencia en redes sociales (@casoacoso) y un correo electrónico para ponerse en contacto con ellos: casoacosodafdo@gmail.com. «Nós [Iván Fariñas, Beatriz Pardo y Álex Soriano, los fundadores] non sufrimos acoso», explica Iván, pero se dieron cuenta de que en su entorno había mucha gente que sí. «Non era necesario irse a noticias de suicidios, estaba no día a día».

Poco a poco se fueron acercando jóvenes que apenas unos años atrás habían pasado por un infierno. Y que estaban dispuestos a contarlo. «Un buen día, ese típico grupo de repetidores que se sientan al fondo me pusieron un mote, que se ve que hizo gracia porque en nada me lo llamaba todo el colegio». No se quedó en una broma. Llegaron los insultos. Y después, las agresiones: «Patadas, zancadillas, me llegaron a tirar piedras en el camino al colegio, me cortaron los frenos de la bici en la que iba a clase y no me maté de milagro».

El mote que pusieron a Pablo traspasó los muros escolares. Empezaron a usarlo también en el barrio y en el equipo de fútbol en el que jugaba. «Tenía miedo cuando iba por la calle» por si aparecía un grupo y lo insultaba o le daba «alguna colleja. Tenía miedo a que si hacía algo mal o simplemente no hacía nada las collejas pasasen a otro nivel».

De un mote se alimenta también la historia de otra de las chicas que da la cara en esas charlas, en las que los estudiantes explican a los jóvenes primero qué es el artículo 15 de la Constitución, que protege la integridad física y moral, y trabajan con ellos el concepto de agresión y de acoso. Saben que en la mayoría de las ocasiones, las charlas que dan adultos y también policías no conectan con los adolescentes. Un igual, sí. Así que juegan la baza más fuerte que tienen: que un joven apenas unos años mayor los enfrente a las consecuencias del acoso.

También durante años duró el acoso de otra de las chicas que cuenta su historia ante los alumnos de secundaria. En concreto, siete. «Yo le caía mal a la niña popular del colegio». Estaba en tercero de primaria. La gente empezó a alejarse. «Cuando llegué a primero de ESO yo me preguntaba, ¿por qué nadie me habla? Y era porque si no esta niña les hacía la vida imposible». Creó bulos, se inventó historias. Consiguió que todo el mundo la aislase. «Al final, todas las cosas malas era yo».

Desde nuestro blog damos mucho ánimo para todos esos niños que sufren bullying y que estamos con ellos, intentando implantar mediante la enseñanza una serie de estrategias para no dejarse abatir.

FUENTE: La Voz de Galicia






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